Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
HORACIO QUIROGA, El almohadón de plumas
Una especie de rastro oscuro y viscoso llevaba desde la puerta abierta del cuarto de baño a la puerta del vestÃbulo, y desde aquà al escritorio, donde se habÃa formado un horrible charco. Encima de la mesa habÃa un trozo de papel, garrapateado a lápiz por una repulsiva y ciega mano, terriblemente manchado, también, al parecer, por las mismas garras que trazaron apresuradamente las últimas palabras. El rastro llevaba hasta el sofá en donde finalizaba inexplicablemente.
H. P. LOVECRAFT, Aire frÃo
—SÃ: me duermo… —dijo el herido abatiendo con dulce pereza los párpados—. Cigüela… si ves que duermo demasiado, me despiertas, ¿eh?… no me vaya a quedar muerto…
BENITO PÉREZ GALDÓS, Los duendes de la camarilla
La zona de nadie empieza tras el palacio, donde los sembrados y la ropa tendida. Allá se está construyendo un puente que llamarán de los Franceses. (Construcción del Puente de los Franceses, de la lÃnea ferroviaria de la CompañÃa Norte. Fuente: Fonoteca del Patrimonio Histórico. Autor: Charles Clifford)
Prólogo
La podredumbre se desliza c