1.ª edición: septiembre, 2017
© 2017, Sandra Bree
© 2017, Sipan Barcelona Network S.L.
Travessera de Grà cia, 47-49. 08021 Barcelona
Sipan Barcelona Network S.L. es una empresa
del grupo Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
ISBN DIGITAL: 978-84-9069-839-6
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Maquetación ebook: emicaurina@gmail.com
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Al héroe más grande de mi vida. Mi padre.
(Entre tu mundo y el mÃo hay solo un suspiro).
Contenido
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Prólogo
CapÃtulo 1
CapÃtulo 2
CapÃtulo 3
CapÃtulo 4
CapÃtulo 5
CapÃtulo 6
CapÃtulo 7
CapÃtulo 8
CapÃtulo 9
CapÃtulo 10
CapÃtulo 11
CapÃtulo 12
CapÃtulo 13
CapÃtulo 14
CapÃtulo 15
CapÃtulo 16
CapÃtulo 17
CapÃtulo 18
CapÃtulo 19
CapÃtulo 20
CapÃtulo 21
CapÃtulo 22
CapÃtulo 23
CapÃtulo 24
CapÃtulo 25
CapÃtulo 26
CapÃtulo 27
Epilogo
Nota de autora
Agradecimientos
Promoción
Prólogo
Marzo de 2013, Madrid
El hombre levantó la mirada de su caña de cerveza y vio salir a la despampanante rubia del portal de su casa. Era una de las mujeres más bonitas que habÃa tenido el placer de conocer desde hacÃa algunos meses. O más bien, se corrigió, se las habÃa apañado para que ella lo conociese a él, aunque debÃa confesar que no habÃan empezado con el mejor de los pies.
Se limpió los labios con el dorso de la mano y por un momento dudó en seguir bebiendo de su cerveza o ir tras la chica. Ambas cosas eran igual de apetecibles, cada una a su manera, pero sin duda, su bebida iba a tratarlo mil veces mejor de lo que lo iba hacer la rubia. Ella, como siempre, lo ignorarÃa, saldrÃa corriendo a la parada del autobús e intentarÃa esquivarlo. ¡Cuántas veces habÃa fantaseado con acorralarla y saborear toda la piel de su cuerpo! Saltaba a la vista que era muy suave y tierna.
«Mierda», se excitó de solo pensarlo.
Dos hombres que charlaban tranquilamente se apartaron de su camino cuando se acercó al ventanal. La gente le tenÃa, sino miedo, respeto. Su aspecto intimidaba con tanto tatuaje en el cuello y la chaqueta de cuero cubierta de parches.
Se echó a reÃr en silencio al ver a la muchacha tras el cristal. Se movÃa con cautela, mirando hacia todos los lados para no tropezarse con él. Y eso lo divertÃa; era como ver a un conejo asustado buscando su madriguera.
La calle estaba concurrida a esas horas y la cola del autobús era bastante larga. TodavÃa estaba a tiempo de ir a incomodarla. Es más, lo iba hacer cuando escuchó tras él la máquina tragaperras dando el premio gordo. Su cara se iluminó al tiempo que giraba con curiosidad. En ese preciso momento, el mozo que descargaba fruta en la galerÃa se agachaba a recoger sus monedas.
Mentalmente evaluó su fuerza. El cabrón tenÃa una constitución más corpulenta que la suya, y eso que presumÃa de hombros anchos y músculos duros. Pero el mozo al menos le sacaba una cabeza y media, y eso… le imponÃa un poco. Él era valiente, no un loco inconsciente. Mucho menos cuando no tenÃa a ninguno de sus amiguetes por allà para echarle un cable.
Con desinterés, se terminó de beber la cerveza. Era una lástima que de todos los tipos que habÃa allà le hubiera tenido que tocar a ese, de haber sido otro se las hubiera apañado para robarle una parte del dinero, o todo. Era final de mes y estaba sin blanca.
Dejó el vaso en la barra, cogió un palillo que colocó entre sus dientes y levantó una mano en alto llamando al camarero.
—Apúntamelo, JoaquÃn, más tarde vengo a pagar.
—¿Cobras hoy? —le preguntó el empleado arqueando las cejas con sarcasmo.
—Eso creo.
—Eso espero, Juancar, si no, ya sabes que mi jefe no me deja servirte más.
Asintió bruscamente. No le gustaba que nadie