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Bill Gates y la duquesa de Alba
Sea lo que sea lo que el futuro nos depare, la historia pasada y la experiencia actual nos muestran que la riqueza que se ha creado gracias a la economÃa de libre mercado es poco menos que espectacular. Fijémonos, por ejemplo, en esas personas a las que llamamos «clase media» de un paÃs europeo tÃpico. No es necesario que se trate de uno de los paÃses más ricos del mundo, sino de uno normal, de un paÃs como el nuestro. La familia media o tÃpica de hoy en dÃa puede hacer cosas que, en el siglo XVIII, sólo hacÃan los reyes franceses (antes de que les cortaran la cabeza, claro está). En aquellos tiempos, sólo los prÃncipes, la realeza y la nobleza podÃan comer tres veces al dÃa, viajar en carruajes, escuchar sinfonÃas, visitar el extranjero, lavarse con jabón y perfumarse, cocinar con especias, poseer más de un vestido y una muda, disfrutar de las pinturas de los clásicos, leer libros o tener una dieta saludable y variada. La familia media de esos tiempos vivÃa en régimen de subsistencia, trabajando de sol a sol, haciendo a menudo una única comida al dÃa, sin poder disfrutar del ocio ni de las vacaciones, sin acceso a la cultura o a la ciencia y con el miedo a morir, junto con la mitad de la población, si el clima no era favorable.1
Hoy en dÃa las cosas son completamente distintas. La familia media —que, por cierto, es una familia trabajadora—, come tres veces al dÃa, viaja en coche o en moto, dispone de un equipo de música, visita el extranjero durante sus vacaciones, tiene más de una veintena de especias en la despensa y el armario lleno de ropa, perfumes, jabones, champús y cosméticos, puede visitar los museos
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donde se exponen las pinturas más importantes de la historia, tiene un centenar de libros en su casa y frecuenta los restaurantes italianos, japoneses, chinos, mexicanos, franceses y todo lo que se le pase por la cabeza. En otras palabras, la familia media puede hacer aquello que antes sólo hacÃan los reyes, los prÃncipes y los duques. Es más, se podrÃa decir incluso que la familia media actual disfruta de unos niveles de bienestar superiores a los de los prÃncipes del siglo XVIII, ya que puede hacer y tener cosas que los reyes Luises ni tan siquiera hubiesen podido soñar: agua corriente en casa, lavabos que se llevan los restos con sólo tirar de la cadena, luz al pulsar el interruptor, frigorÃficos para guardar los alimentos, teléfonos para comunicarse al instante con cualquier punto del planeta, aspirinas para eliminar el dolor de cabeza, viajes en avión que permiten ir de un continente a otro en pocas horas, acceso a la ciencia, la cultura y las tecnologÃas de todas las sociedades del mundo, dientes sin caries, instrumentos ópticos para ver mejor, la posibilidad de tener hijos sin que sea muy probable que se mueran al poco tiempo de nacer, televisores, ordenadores y juegos de vÃdeo, maquinillas de afeitar que no irritan la piel o incluso pastillas Viagra que perpetúan la alegrÃa cuando la naturaleza ha dicho basta.
Un sistema económico que, en cuestión de doscientos años, ha conseguido que la familia media viva en unas condiciones que los reyes de antaño habrÃan calificado de lujosas y que ahora son de lo más normal tiene que ser, sin lugar a dudas, un sistema prodigioso. Pues eso es, precisamente, lo que ha conseguido el sistema económico de libre mercado.
Algunos lectores querrán argumentar que todo eso se ha conseguido gracias a los avances tecnológicos y no gracias a las economÃas de mercado. Y tendrán una parte de razón. Ahora bien, la pregunta es por qué estos avances tecnológicos se han llevado a cabo en un marco de economÃa de mercado. La respuesta es que, como en el ejemplo de la máquina de leer textos para los invidentes a la que aludÃamos al comienzo del libro, la mayor parte de las mejoras tecnológicas las han hecho empresas que lo que pretenden es ganar dinero con la venta de los productos inventados. Y es este afán de lucro el que las lleva a invertir las grandes sumas de dinero en investigación y desarrollo responsables del progreso técnico. La economÃa de mercado, pues, proporciona el marco económico que permite generar la innovación. En el capÃtulo titulado «La economÃa de las ideas» volveremos a hablar de la relación entre el mercado y el progreso técnico.
Una vez dicho todo esto, cabe recordar que no todos los ciudadanos de un paÃs son la familia media. Si bien la inmensa mayorÃa de las familias trabajadoras de la actualidad también vive mejor que los reyes de hace dos siglos, lo