Agradecimientos
Muchas gracias a mi familia por su apoyo y por concederme el tiempo y el aliento necesarios para escribir. A mi marido, Michael, que siempre me trae café al despacho, no podrÃa haber terminado gran cosa de nada sin ti. Eres mi fuente de inspiración para no rendirme nunca. A mi hijo, Max, que, aunque es tan pequeño, sabe dar con maneras de respaldarme y que, sin ser consciente, proporcionó la emoción del amor allà donde aparece en esta historia. A mis padres, Rich y Kathy, que leen el borrador de todo cuanto escribo y me dan no solo ánimo, sino también unos consejos excelentes. A mis hermanos, Adam, Brandt y Mike, me siento con fuerzas en este mundo porque sé que siempre veláis por mÃ. A Beth Hoang, una prima que es una hermana para mÃ, sin tus correcciones y tu gran amor no habrÃa podido tener un producto final. A todos mis amigos y familiares, gracias por no dejarme nunca sola en esto. Me gustarÃa expresar especial agradecimiento a mi hermano Michael C. Capone, un consumado músico de rap/blues. La frase «Céntrate, por favor. Céntrate, respira», que aparece en esta novela, pertenece a su canción Hate What’s New Get Screwed By Change. La música de Mike es mi musa cuando escribo, y le doy las gracias por sus letras.
Siendo como soy lega en la materia, he consultado numerosas fuentes para explicar temas tan complejos como la neuroplasticidad de modalidad cruzada, el procesamiento de modalidad cruzada alterado y otros puntos cientÃficos que escapan a mi comprensión. Las siguientes publicaciones me han facilitado una información inestimable: Mary Bates, «Super Powers for the Blind and Deaf», Scientific American, 18 de septiembre de 2012; Christina M. Karns, Mark W. Dow y Helen J. Neville, «Altered Cross-Modal Processing in the Primary Auditory Cortex of Congenitally Deaf Adults: A Visual-Somatosensory MRI Study with a Double-Flash Illusion», The Journal of Neuroscience, 11 de julio de 2012.
A mi agente, Kimberley Cameron, gracias por darme una oportunidad. Gracias por tomarte el tiempo para leerte el manuscrito, llamarme y cambiarme la vida. Es un placer trabajar contigo, eres la definición de la elegancia. A Oceanview Publishing, a Bob y Pat Gussin, gracias por darle una oportunidad a 15/33 y por vuestro entusiasmo, valiosos consejos y apoyo. Al equipo de Oceanview, Frank, David, Emily, gracias por vuestro respaldo, gracias por acogerme en la familia Oceanview.
~Carpe diem cada dÃa~
EL MÉTODO 15/33
1
4-5 dÃas de cautiverio
El cuarto dÃa maquinaba su muerte tumbada allÃ. Mientras elaboraba mentalmente un listado de recursos, la planificación me proporcionaba consuelo ... una madera del suelo suelta, una manta de lana roja, una ventana alta, vigas vistas, el ojo de una cerradura, el estado en que me hallo...
Recuerdo lo que pensaba entonces como si lo estuviese reviviendo ahora, como si fuese lo que pienso ahora. Ahà está otra vez, a la puerta, pienso, aunque de eso hace ya diecisiete años. Quizás esos dÃas sean mi presente para siempre, por haber logrado sobrevivir plenamente en la minucia de cada hora y cada segundo de meticulosa estrategia. Durante ese periodo de tortura indeleble estuve completamente sola. Y debo decir ahora, no sin orgullo, que el resultado que obtuve, mi incuestionable victoria, no fue sino una obra maestra.
El DÃa 4 ya tenÃa una buena lista de recursos y una idea a grandes rasgos de cómo serÃa mi venganza, todo ello sin la ayuda de un boli o un lápiz, tan solo utilizando el cerebro para concebir posibles soluciones. Un puzle, lo sabÃa, pero un puzle que estaba resuelta a resolver ... una madera del suelo suelta, una manta de lana roja, una ventana alta, vigas vistas, el ojo de una cerradura, el estado en que me hallo... ¿Cómo encajan todas estas piezas?
Recompuse este enigma una y otra vez y seguà buscando recursos. Ah, sÃ, claro, el cubo. Y sÃ, sÃ, sÃ, el somier es nuevo, no le quitó el plástico. Vale, una vez más, repásalo otra vez, resuelve el acertijo. Vigas vistas, un cubo, el somier, el plástico, una ventana alta, una madera del suelo suelta, una manta de lana roja, el...
Numeré los recursos para aportar cierta dosis de ciencia. Una madera del suelo suelta (Recurso n.º 4), una manta de lana roja (Recurso n.º 5), un plástico... Cuando empezó el DÃa 4 la colección parecÃa lo más completa posible. NecesitarÃa más cosas, supuse.
El crujido del suelo de madera de pino al otro lado de la celda de mi prisión, un dormitorio, me interrumpió a eso de mediodÃa. Está ahà fuera, no cabe duda. La hora de la comida. El cerrojo se movió de izquierda a derecha, el ojo de la cerradura giró y él irrumpió sin tan siquiera molestarse en detenerse en el umbral.
Como ya habÃa hecho en las demás comidas, me dejó en la cama una bandeja con unos elementos que a esas alturas ya me eran familiares: una taza blanca de leche y un vaso pequeño de agua. Sin cubiertos. La porción de quiche de huevo y beicon tocaba el pan, horneado en casa, en el plato, un recipiente redondo de porcelana pintado con una escena toile en color rosa de una mujer con un cacharro y un hombre con un sombrero con una pluma y un perro. Odiaba de tal modo ese plato que me estremezco solo de recordarlo. Por detrás ponÃa: «Wedgwood» y «Salvator». Esta será mi quinta comida en este salvador. Odio este plato. También me cargaré este plato. El plato, la taza y el vaso parecÃan los mismos que habÃa utilizado para desayunar, comer y cenar el DÃa 3 de cautiverio. Los dos primeros dÃas los pasé en una furgoneta.
—¿Más agua? —preguntó con su monótono tono cortante, aburrido y grave.
—SÃ, por favor.
Inició este patrón el DÃa 3, lo cual, creo, fue lo que hizo que me pusiera a maquinar en serio. La pregunta formaba parte de la rutina, el hecho de que me trajese la comida y me preguntara si querÃa más agua. Decidà decir que sà cuando me lo preguntara y resolvà decir que sà siempre, aunque la secuencia no tenÃa ningún sentido. ¿Por qué no me traÃa un vaso de agua más grande, para empezar? ¿Por qué esa incompetencia? Sale, echa la
llave, las tuberÃas resuenan en las paredes del pasillo, un borboteo y a continuación un chorro de agua del lavabo, fuera del alcance de mi vista por el ojo de la cerradura. Vuelve con un vaso de plástico con agua tibia. ¿Por qué? Lo que sà puedo decir es que hay muchas cosas en este mundo que son un misterio, como la lógica subyacente a muchos de los inexplicables actos de mi carcelero.
—Gracias —dije cuando volvió.
Decidà a partir de la Hora 2 del DÃa 1 que intentarÃa fingir unos modales de colegiala, ser agradecida, ya que no tardé en descubrir que mi inteligencia era superior a la de mi captor, un hombre de más de cuarenta años. Debe de tener cuarenta y tantos, como mi padre. SabÃa que era lo bastante sesuda para superar esta situación terrible, asquerosa, y eso que solo tenÃa dieciséis años.
La comida del DÃa 4 sabÃa igual que la del DÃa 3, pero quizá los alimentos me dieran lo que necesitaba, porque caà en la cuenta de que tenÃa muchos más recursos: tiempo, paciencia, un odio imperecedero y, mientras me tomaba la leche de la gruesa taza de restaurante, me percaté de que el cubo tenÃa un asa de metal y los extremos del asa eran puntiagudos. Solo tengo que quitar el asa. Puede ser un recurso independiente del cubo. Además estaba a cierta altura en el edificio, no bajo tierra, como pensé en un principio, los DÃas 1 y 2. A juzgar por la copa del árbol que crecÃa frente a mi ventana y de los tres tramos de escalera que habÃa que subir para llegar a mi habitación, sin duda estaba en un tercero. Consideré la altura otro recurso.
Curioso, ¿no? El DÃa 4 todavÃa no me habÃa aburrido. Hay quien podrÃ