¿Dónde nace?
Pues nace del cáncer. Me gusta la palabra cáncer. Hasta me gusta la palabra tumor. Puede sonar macabro, pero es que mi vida ha estado unida a estas dos palabras. Y nunca he sentido nada horrible al decir cáncer, tumor u osteosarcoma. Me he criado junto a ellas y me gusta pronunciarlas en voz alta, proclamarlas a los cuatro vientos. Creo que hasta que no las dices, que no las haces parte de tu vida, difÃcilmente puedes aceptar lo que tienes.
Es por ello por lo que es necesario que en este primer capÃtulo hable del cáncer, porque en los siguientes utilizaremos las enseñanzas del cáncer para sobrevivir a la vida. Asà que me centraré primero en él y en cómo me afectó.
Yo tenÃa catorce años cuando ingresé en el hospital por primera vez. TenÃa un osteosarcoma en la pierna izquierda. Dejé el colegio, dejé mi entorno y comencé mi vida en el hospital.
Tuve cáncer durante diez años, de los catorce a los veinticuatro. Eso no significa que pasara diez años ingresado, sino que estuve diez años visitando diversos hospitales para curarme de cuatro cánceres: pierna, pierna (la misma que en el primer cáncer), pulmón e hÃgado.
En el camino dejé una pierna, un pulmón y un trozo de hÃgado. Pero debo decir, justo en este momento, que fui feliz con cáncer. Lo recuerdo como una de las mejores épocas de mi vida.
Puede chocar ver esas dos palabras juntas: feliz y cáncer. Pero fue asÃ. El cáncer me quitó cosas materiales: una pierna, un pulmón, un trozo de hÃgado, pero me dio a conocer muchas otras cosas que jamás podrÃa haber averiguado solo.
¿Qué puede darte el cáncer? Creo que la lista es interminable: saber quién eres, saber cómo es la gente que te rodea, conocer tus lÃmites y sobre todo perder el miedo a la
muerte. Quizá esto último sea lo más valioso.
Un dÃa me curé. TenÃa veinticuatro años y me dijeron que no tenÃa que volver al hospital. Me quedé helado. Fue extraño. Lo que mejor sabÃa hacer en mi vida era luchar contra el cáncer y ahora me decÃan que estaba curado. La extrañeza (o atontamiento) me duró seis horas, luego me volvà loco de alegrÃa; no volver a un hospital, no volver a hacerme radiografÃas (creo que me he hecho más de doscientos cincuenta), no más análisis de sangre, fin de los controles. Era como un sueño hecho realidad. Era absolutamente increÃble.
Pensé que en pocos meses me olvidarÃa del cáncer. TendrÃa una «vida normal». El cáncer serÃa tan sólo una época de mi vida. Pero en lugar de eso (nunca lo he olvidado) pasó algo inesperado, y es que jamás imaginé cuánto me ayudarÃan las enseñanzas del cáncer en la vida diaria.
Es si