Era el año 1983 y el investigador Giles Brindley estaba impartiendo una conferencia sobre disfunción eréctil en el encuentro de la Sociedad Americana de UrologÃa, celebrado en Las Vegas. El doctor Brindley ya habÃa publicado varios estudios sugiriendo que la inyección directa de sustancias vasodilatadoras en el pene podÃa estimular la irrigación sanguÃnea y generar en segundos una rÃgida y duradera erección, pero su trabajo habÃa recibido muchas crÃticas, y se escuchaban rumores de que las fotos de penes más o menos erectos en sus artÃculos podÃan estar amañadas. Con que amañadas, eh…
En mitad de su charla, de repente el profesor Brindley se separó del estrado, recordó a los presentes que impartir una conferencia no era una actividad sexualmente estimulante y se bajó los pantalones. Sus anchos calzoncillos dibujaban una inconfundible erección. Bridley explicó que minutos antes de la conferencia se habÃa inyectado papaverina en la habitación de su hotel, y que ésta era la prueba definitiva de que dicha sustancia vasodilatadora funcionaba perfecta