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Cuando en 1935 se publicó Trópico de Cáncer, la novela de Henry Miller, fue recibida con elogios más bien cautos, condicionados en no pocos casos por el temor a dar la impresión de que uno disfrutaba con la pornografÃa. Entre quienes lo elogiaron se encontraban T. S. Eliot, Herbert Read, Aldous Huxley, John Dos Passos o Ezra Pound; en conjunto, escritores que hoy en dÃa no están precisamente de moda. Y lo cierto es que la temática del libro, y en cierta medida su ambiente intelectual, son más propios de los años veinte que de los treinta.
Trópico de Cáncer es una novela escrita en primera persona, o bien una autobiografÃa novelada, como se prefiera considerarla. El propio Miller insiste en que es directamente una autobiografÃa, aunque el ritmo y el método narrativo son los de una novela. Es la historia del ParÃs de los expatriados estadounidenses, aunque no a la manera habitual, ya que resulta que los norteamericanos que en ella aparecen no tienen dinero. Durante los años del boom, cuando abundaban los dólares y el valor de cambio del franco era muy bajo, invadió ParÃs un enjambre de artistas, escritores, estudiantes, diletantes, turistas, libertinos y simples vagos, probablemente como nunca se ha visto en el mundo. En algunos barrios de la ciudad, los presuntos artistas debÃan de ser más numerosos que la población activa. De hecho, se ha calculado que a finales de los años veinte llegaron a ser hasta treinta mil los pintores que pululaban por ParÃs, en su inmensa mayorÃa impostores. La gente se habÃa acostumbrado tanto a la presencia de los artistas que las lesbianas de voz áspera, con sus pantalones de pana, y los jóvenes vestidos con disfraces griegos o medievales podÃan pasear a su antojo por la calle sin llamar la