Créditos
TÃtulo original: Stranger in the Moonlight
Traducción: Ana Isabel DomÃnguez Palomo y MarÃa del Mar RodrÃguez Barrena
1.ª edición: noviembre, 2014
© Jude Deveraux, 2012
© Ediciones B, S. A., 2014
para el sello B de Bolsillo
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
DL B 15646-2014
ISBN DIGITAL: 978-84-9019-489-8
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurÃdico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografÃa y el tratamiento informático, asà como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
Contenido
Portadilla
Créditos
Prólogo
Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13
Cap. 14
Cap. 15
Cap. 16
Cap. 17
EpÃlogo
Prólogo
Prólogo
Edilean, Virginia, 1993
Kim jamás habÃa estado tan aburrida en sus ocho años de vida como lo estaba en ese momento. Ni siquiera sabÃa que podÃa existir tal aburrimiento. Su madre le habÃa dicho que saliera un rato al enorme jardÃn que rodeaba la vieja mansión, Edilean Manor, y jugara, pero ¿cómo iba a jugar sola?
Dos semanas antes, su padre se habÃa llevado a su hermano a algún estado lejano para pescar. Su madre lo llamó «vÃnculo masculino» y dijo que no pensaba quedarse sola en casa durante un mes entero. Aquella noche, Kim se despertó al oÃr que sus padres discutÃan. No era algo que hicieran a menudo, al menos que ella supiera, y de repente se le pasó por la cabeza la palabra «divorcio». La idea de estar sin sus padres la aterraba.
Sin embargo, a la mañana siguiente los vio besarse y todo pareció regresar a la normalidad. Su padre insistÃa en afirmar que hacer las paces era lo mejor de todo, pero su madre lo mandó callar.
Aquella misma tarde, su madre le informó de que mientras su padre y su hermano estuvieran fuera, ellas se alojarÃan en un apartamento en Edilean Manor. A Kim no le hizo ni pizca de gracia la idea, porque odiaba la vieja mansión. Era demasiado grande y habÃa eco por todos lados. Además, cada vez que visitaba ese lugar parecÃa contar con menos muebles y el vacÃo lo hacÃa aún más espeluznante.
Su padre le explicó que el señor Bertrand, el anciano que vivÃa en la casa, habÃa vendido los muebles heredados de la familia para no tener que trabajar.
—VenderÃa la casa si la señorita Edi se lo permitiera.
La señorita Edi era la hermana del señor Bertrand. Era mayor que él y aunque no vivÃa en la casa, era la dueña. Kim habÃa oÃdo decir a la gente que le caÃa tan mal su hermano que se negaba a vivir en Edilean.
Kim no comprendÃa que alguien pudiera odiar Edilean, porque todos sus conocidos vivÃan en la ciudad. Su padre era un Aldredge, y pertenecÃa a una de las siete familias fundadoras del pueblo. SabÃa que eso era un motivo de orgullo. A Kim le alegraba no pertenecer a la familia que debÃa vivir en la terrorÃfica mansión.
En esos momentos, su madre y ella llevaban dos semanas viviendo en el apartamento y estaba muerta del aburrimiento. QuerÃa volver a su casa y a su dormitorio. Mientras hacÃan el equipaje para trasladarse, su madre le habÃa dicho:
—Solo nos vamos una temporada y está aquà al lado, asà que no hace falta que te lleves eso.
Con «eso» se referÃa a casi todas las pertenencias de Kim, como sus libros, sus muñecas y todo lo relacionado con sus manualidades. Su madre parecÃa pensar que eran cosas innecesarias.
Al final, sin embargo, Kim se aferró con fuerza al manillar de la bicicleta que le regalaron por su cumpleaños y miró a su madre con gesto decidido.
Su padre se echó a reÃr.
—Ellen —le dijo a su mujer—, es la misma cara que te he visto poner cientos de veces y te aseguro que tu hija no va a dar su brazo a torcer. Sé por experiencia que por mucho que le grites, la amenaces, la adules, le supliques, le implores o llores no dará su brazo a torcer.
Su madre miró a su marido, que se reÃa a mandÃbula batiente, con los ojos entrecerrados.
Eso borró incluso la sonrisa de sus labios.
—Reede, ¿qué te parece si tú y yo nos vamos...?
—¿Adónde, papá? —le preguntó Reede, que a sus diecisiete años se daba mucha importancia por poder marcharse a solas con su padre. Sin mujeres. Ellos dos solos.
—A cualquier parte —murmuró su padre.
Kim consiguió llevarse la bici a Edilean Manor y durante los tres primeros dÃas apenas se bajó del sillÃn. Sin embargo, a esas alturas querÃa hacer otra cosa. Su prima Sara fue un dÃa, pero le interesaba explorar la vieja y cochambrosa mansión. ¡A Sara le encantaban los edificios antiguos!
El señor Bertrand habÃa sacado una copia de Alicia en el paÃs de las maravillas de una pila de libros que habÃa en el suelo. Su madre comentó que habÃa ve