El verdadero cambio parte de la cocina: la cocina es el principio
«No hay lugar en el mundo que me guste más que la cocina. Da igual dónde se encuentre, o cómo sea; siempre que sea una cocina, un lugar donde se guisa, yo me encuentro bien».
En el prólogo de su obra Kitchen, Banana Yoshimoto alberga un poco el corazón de este libro. Es en una cocina, durmiendo al arrullo del zumbido del frigorÃfico, donde la autora alivia sus heridas y se repone de sus pérdidas.
En cierto modo, también fue asà para mÃ. Cuando murió mi madre, yo tenÃa un año; no recuerdo casi nada de ella. Mi abuela paterna, que se hizo cargo de mà hasta que mi padre se repuso, pasaba casi todo el dÃa en la cocina, y por eso fue allà donde yo encontré mi nido.
Me pasaba horas debajo de la mesa, acurrucada sobre un reposapiés de mimbre, y me sentÃa protegida y segura. El mundo visto desde aquella perspectiva me parecÃa más aceptable, y asà aprendà a amar aquella habitación, observando los tobillos hinchados de la abuela, que emergÃan de unas zapatillas algo deformadas. Su voz me llegaba desde lo alto como si fuera una admonición divina, repasando el plan del dÃa paviano: mercado, jardÃn botánico y vuelta a casa, a preparar la sopa de verduras.
En todas las culturas donde sobre los fogones los ingredientes pasan de crudos a cocidos, surge la necesidad de disponer de un lugar donde conservar la comida y los instrumentos necesarios para trabajarla: la cocina. Supongo que alguna antepasada mÃa, hace miles de años, se habrá preguntado cómo ordenar el espacio alrededor del fuego y cómo disponerlo lo mejor posible para la siguiente comida. Para mÃ, la cocina es la casa. Sin embargo, me doy cuenta de que en la cultura urbana, en la que desde sus orÃgenes se come por la call