Estos fragmentos de un diario son, como se ha dicho, un libro que a todos nos gustaría haber escrito y, al mismo tiempo, un libro al que todos nos gustaría estar leyendo. Puede que el verbo estar, tan castizo de la lengua española, se halle el misterio de Monterroso.
Monterroso no escribe: está escribiendo. El libro se hace ante los ojos del lector, que está leyendo. Y, percepción por percepción, texto breve y conciso tras
... leer más
Estos fragmentos de un diario son, como se ha dicho, un libro que a todos nos gustaría haber escrito y, al mismo tiempo, un libro al que todos nos gustaría estar leyendo. Puede que el verbo estar, tan castizo de la lengua española, se halle el misterio de Monterroso.
Monterroso no escribe: está escribiendo. El libro se hace ante los ojos del lector, que está leyendo. Y, percepción por percepción, texto breve y conciso tras texto breve y conciso, lo que se nos está formando en la cabeza del lector es una visión completa y detallada, sin un solo resquicio, pero siempre inconclusa. Como la vida misma, que diría el sabio.
En otras palabras: La letra E es un autorretrato de Monterroso mientras está escribiendo en cuadernos, pedazos de papel, programas de teatro, cuentas de hoteles y hasta billetes de tren. Y el resultado de todos esos pedacitos que están haciendo literatura es precisamente un libro que ilustra mejor que cualquier enciclopedia.
La letra E es la enciclopedia de Monterroso y, por consiguiente, un auténtico manual de vida y literatura.