Malkin Tower:
Viernes Santo de 1612
Un extraño grupo agreste y harapiento de hombres y mujeres comenzaba a llegar a Malkin Tower.
Mouldheels habÃa partido de Colne a pie y pedido limosna, maldecido y escupido durante todo el camino, dejando tras de sà su habitual hedor; no llevaba escoba, solo un gato tan limpio como podrida estaba su dueña. La carne de Mouldheels se desprendÃa del cuerpo como si estuviera cocida. Y los pies le apestaban a carne muerta. Ese dÃa los llevaba envueltos en trapos que ya empezaban a rezumar.
Estaba la hermosa Margaret Pearson, de Padiham, que obtenÃa comida gracias a los favores que concedÃa a los braceros. Los dueños del molino, de religión puritana, la llamaban ramera de caminos y la golpeaban si se acercaba a buscar cebada. Sin embargo su hijo nunca la rechazaba. La fornicación era pecado, pero no si se practicaba con una bruja que te habÃa hechizado.
John y Jane Bulcock estaban también allÃ. HabÃa quien decÃa que eran marido y mujer; otros aseguraban que eran hermanos, aunque dormÃan en la misma cama.
Elizabeth, la hija desfi gurada de la Vieja Demdike, habÃa convocado la reunión. Su hijo James, «Jem» Device, habÃa robado un cordero que se asaba para el banquete.
Además estaba la pequeña Jennet Device: depravada, miserable, desnutrida y maltratada. Su hermano la llevaba consigo al Dog para pagar asà las bebidas. A Tom Peeper le gustaba que sus conquistas sexuales fueran demasiado jóvenes para quedarse preñadas.
HacÃa mucho tiempo que la torre no veÃa tanto ajetreo. HabÃan montado la mesa con unos cuantos tablones colocados sobre caballetes y no habÃa platos. Se arrancaba la carne del cordero que chisporroteaba sobre el fuego humeante y se servÃa directamente en la mesa. Cada asistente habÃa llevado consigo un tazón para que se lo llenaran de cerveza.
Malkin Tower era un edificio de piedra achaparrado y redondo, de sólida construcción y extraño emplazamiento, solitario y remoto, sin función concreta que nadie acertara a recordar y sin habitantes conocidos salvo la familia a la que llamaban los Demdike.
La torre bien podrÃa haber sido una prisión: como tal se elevaba, lúgubre y sin ventanas, salvo las ranuras que miraban a este y oeste, a norte y sur, como ojos entrecerrados y recelosos. La rodeaba un foso de aguas estancadas, lleno de gruesas algas verdes. Allà jamás brillaba el sol.
Era casi mediodÃa y habÃa once personas presentes cuando Alice Nutter apareció a lomos del poni con Sa