Si la felicidad no era eso, entonces debÃa de parecerse muchÃsimo.
Inspiró hondo y abrió los ojos. Encima de él tenÃa el cielo más bonito que habÃa visto nunca, teñido de esos rojos y morados que solo ofrece el sol al atardecer, justo antes de ocultarse hasta el dÃa siguiente. Debajo, el mar estaba quieto, en calma absoluta, precioso en esa hora en la que todavÃa guarda la poca luz que le queda al dÃa. Delante, un horizonte limpio y despejado, lleno de buenas vibraciones y promesas susurradas por la brisa que llegaba desde algún rincón lejano del mundo.
Una auténtica maravilla.
HacÃa tiempo que querÃa darse un respiro. Llevaba un año de lo más ajetreado y necesitaba disfrutar de unos dÃas de relax. Mantener diariamente sus redes sociales y todas esas pequeñas aventuras cotidianas que hacen que a final de año estemos todos cortos de baterÃa le habÃan dejado hecho polvo. Pero ahora se sentÃa tranquilo, en paz. HabÃa