Nota adicional
En este libro, todos los resultados del lanzamiento de las monedas son el resultado de lanzar al aire monedas reales.
SolÃa contemplar el mundo desde una gran distancia, o no lo contemplaba en absoluto. Por encima de mà pasaban a cada instante pájaros que no veÃa, nubes y abejas, el rumor de la brisa, el sol que me daba en la piel. VivÃa tan solo en el mundo grisáceo e inanimado de mi mente, donde intentaba discurrir acerca de todo y no llegaba a ninguna conclusión. Deseaba disponer del tiempo necesario para articular una cosmovisión, pero nunca lo encontraba; además, por lo visto quienes la tenÃan la habÃan forjado de jóvenes, no la habÃan empezado a los cuarenta. SabÃa que la literatura era lo único en lo que una persona podÃa estrenarse a esa edad. Si a los cuarenta se iniciaba en la literatura era posible que la calificaran de joven. En todo lo demás yo era mayor, todos los barcos habÃan zarpado del puerto, mientras yo todavÃa me dirigÃa a él, y en realidad ni siquiera sabÃa cuál era el mÃo. La niña que se alojaba en nuestra casa —tenÃa doce años— me hizo ver, más que nadie, mis limitaciones: mi debilidad, mi sumisión, mis nimias rebeldÃas; sobre todo, mi ignorancia y mi sentimentalismo. Cuando entré en la sala de estar por la mañana, habÃa medio perrito caliente en la mesa. Lo confundà con un plátano. Luego comprendà que era demasiado mayor para este mundo, que la niña me habÃa superado con toda naturalidad y seguirÃa haciéndolo. Mi única esperanza consistÃa en transformar el panorama grisáceo y turbio de mi mente en algo concreto y sólido, separado por completo de mÃ, lograr incluso que no fuera yo. Ignoraba qué serÃa esa forma sólida y qué contorn