Niños perdidos
Durante mucho tiempo me he preguntado si debÃa narrar esta historia como ficción o realidad. Las cosas resultarÃan más fáciles para varias personas —yo entre ellas— si la contara con nombres supuestos. Pero ocultar a mi niño perdido detrás de un nombre falso serÃa como borrarlo. Asà que lo contaré como sucedió, y al cuerno con las cosas fáciles.
Kristine y los chicos nos mudamos a Greensboro el uno de marzo de 1983. Yo estaba bastante contento con mi empleo, aunque no estaba seguro de querer un empleo. Pero la crisis habÃa sembrado el pánico entre las editoriales, y nadie ofrecÃa anticipos lo bastante jugosos como para que yo consagrara el tiempo necesario a e