1.ª edición: junio, 2016
© 2016 by Camilla Mora
© Ediciones B, S. A., 2016
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
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ISBN DIGITAL: 978-84-9069-493-0
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Contenido
Portadilla
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Epilogo
Nota de autora
CapÃtulo 1
Denver, Colorado
Unas cosquillas en su costado lo despertaron. Parpadeó un par de veces hasta que sus ojos somnolientos se abrieron y se percató del peso que tenÃa sobre la espalda, uno que no le permitÃa movilizarse en lo más mÃnimo por más que lo intentara. Un aliento fétido le acarició la mejilla y le contrajo las entrañas, no era totalmente desconocido para él y se revolvió en el lecho al darse cuenta de quién se trataba a pesar de la oscuridad que lo rodeaba. Un sudor helado lo cubrió por entero y el aire dejó de entrarle en los pulmones, sintiendo que se ahogaba en un poso desagradable.
—Si gritas, da a tu mami por muerta, niño —advirtió el atacante frente a la inquietud del muchacho y sonrió ante su inmediata inmovilidad.
No era otro que el nuevo amante de su madre, o más bien el nuevo proveedor de drogas que la atontaban de la realidad hasta convertirla en una completa zombi y, por supuesto, la hacÃan olvidar totalmente de su responsabilidad como madre de un niño de nueve años.
A pesar de cada maldita cosa, él la amaba y no deseaba que nada malo le sucediera, por lo que se mantuvo quieto a la vez que sus dedos aferraban las sábanas y su cuerpo se convertÃa en una tabla de lo tenso que se habÃa puesto.
Un escalofrÃo lo sacudió, y la piel se le erizó ante el inminente suceso; el silencio y el frÃo anidaron en su alma. Era pequeño, pero no tanto para no percatarse del futuro aterrador.
Lágrimas silenciosas se derramaron por las tersas mejillas infantiles mientras el resto de su pequeño cuerpo permanecÃa como muerto en vida. Una sensación que no lo abandonarÃa desde aquel principio, un quiebre insalvable en su corta existencia.
Sin embargo, no pudo sostener la parálisis a la que se habÃa comedido por más tiempo. El maldito hasta aquel preciso momento habÃa sido encantador, uno de los novios de su madre más amables que hubiera conocido, o eso habÃa creÃdo. Asà habÃa aprendido que habÃa ciertos individuos que contaban con dos caras, una para el exterior y otra para el interior. TendrÃa en claro que no habÃa que confiarse de ciertas personas y mucho menos si eran amigables con uno, siempre escondÃan una mano detrás de la espalda, la misma con la que asestaban un golpe certero en medio del ser y lo hacÃan añicos en un parpadeo.
Forcejeó con todas sus fuerzas, lo arañó y le tironeó del cabello al tiempo que mordÃa y gritaba enloquecido. No obstante, el peso continuó sobre él y le limitaba la capacidad de acción como asà también lo hacÃan su escaso tamaño y fuerza contra un hombre que medÃa más del doble y pesaba ciertamente más de cuatro veces que él.
—¡Quédate quieto, mocoso de mierda! —le gritó entre dientes.
Acto seguido, se vio atado al cabezal de la cama con alguna cosa, no sabÃa con qué, quizás una media. No podÃa elevar la cabeza como para observar nada, apenas lograba respirar enterrado, como estaba, en el colchón.
El terror lo invadió y pensó en gritar con las energÃas que pudiera reunir hasta que le faltara el aire; abrió la boca, y algo le fue introducido en ella, suponÃa que la otra media del par, por lo que tenÃa imposibilitado emitir sonido alguno, tan solo unos guturales que lo hacÃan atragantarse con la saliva que se le acumulaba y las lágrimas que rodaban por sus mejillas hasta adentrarse por sus comisuras, ahogándolo en un mar salado.
Su única posibilidad de auxilio era su madre y bien sabÃa que ella estarÃa derrumbada sobre uno de los desvencijados y roñosos sofás, con múltiples marcas como picaduras en sus brazos, producto